jueves, 28 de mayo de 2015




Artículo publicado en el Blog de la Fundación Europa de los Ciudadanos, el 25 de mayo de 2015

http://desmontandoalttip.net/cosas-que-no-te-contaran-sobre-el-ttip/

Cosas que no te contarán sobre el TTIP


PEDRO CHAVES GIRALDO


El senado de los Estados Unidos aprobó el pasado viernes (22 de mayo) la que se conoce como Trade Promotion Authority, una ley de urgencia que otorga al Presidente Obama poderes especiales para la negociación acelerada de los dos grandes tratados comerciales cuya aprobación cambiará, sin dudarlo, la política mundial: el TTP con Japón y otros países asiáticos y el TTIP con la UE. Mediante esta Ley el Congreso de los Estados Unidos sólo tendrá 60 días para la revisión de los Tratados, cuando estos sean aprobados y sólo podrá votar sí o no al conjunto de los mismos, sin la introducción de enmiendas.
A los observadores les han sorprendido un poco las prisas, de hecho que el senado delibere y vote un viernes es sorprendente. El líder de la minoría republicana en el Senado, de acuerdo con una buena parte de los demócratas ha enfatizado que este es un ejemplo del Nuevo Congreso, trabajando codo con codo por el bien y el progreso de las clases medias estadounidenses.
En un documento publicado este mismo mes por la Oficina del Presidente Obama sobre los beneficios comerciales de los acuerdos económicos[1] se enfatiza este aspecto: estos tratados tienen como objetivo la defensa de los intereses de las clases medias estadounidenses. Y se defienden ideas tan originales como sorprendentes: por ejemplo, que el incremento del comercio tendrá efectos beneficiosos sobre los salarios y derechos laborales porque al aumentar la demanda de productos mejorarán las posibilidades de empleo; o también que tendrá efectos beneficiosos sobre el medio ambiente por parecidas razones: más comercio, más progreso mejores oportunidades para defender el medio ambiente.
Más allá de lo singular de los argumentos, lo destacable es la defensa que estos tratados comerciales tendrán sobre la macroeconomía estableciendo una relación virtuosa que expresa una de las contradicciones más llamativas de los defensores de estos tratados de nueva generación: por una parte afirman que solo se trata de tratados comerciales, por otra sus efectos beneficiosos nos harán a todos/as más libres, prósperos y suponemos que felices.
Martin Wolf el economista jefe de Financial Times[2] reconocía en un reciente artículo los efectos limitados de los acuerdos comerciales (apenas un impacto del 1% en el PIB estadounidense en los próximos diez años) pero defendía ardientemente su firma como una alternativa al fracaso de la Ronda de Doha y dando por hecho que es mejor libre comercio que nada. A continuación ridiculiza el Informe crítico que el profesor Capaldo ha realizado sobre el TTIP argumentando que las cuestiones macroeconómicas y las comerciales son diferentes, por ejemplo los efectos sobre el empleo del libre comercio son variables macroeconómicas que no deben incluirse en el análisis, ¿en qué quedamos?
En realidad, estamos ante acuerdos que van mucho más allá de su posible y discutido impacto económico o comercial. Como vemos los mismos defensores de los acuerdos, incluida la Comisión Europea, reconocen el limitado impacto de la liberalización comercial ¿y entonces?
Cuando se firmen estos dos acuerdos de los que hablamos y sumando el Acuerdo EE.UU, Canadá y  México, los tres juntos implicarán el 90% del PIB mundial y el 75% de los intercambios comerciales. Pensémoslo por un momento: más de dos terceras partes de la economía mundial estarán reguladas por acuerdos que van a limitar aún más la capacidad de los estados para realizar políticas públicas. Es en este punto en el que adquieren toda su importancia los mecanismos de resolución de disputas entre estados e inversores o la cooperación reguladora. En realidad, ninguno de los dos mecanismos es indispensable para la firma de un acuerdo de libre comercio, pero sí lo son para asegurar que la política no interfiere en la “libertad de mercado”. En un mundo globalizado como el nuestro, estas constricciones y reservas a la capacidad de las sociedades para regular aspectos esenciales de sus vidas, implica una perspectiva agónica para la democracia y para las potencialidades reguladoras de las políticas públicas.
No menos de seis informes han puesto de relieve en los últimos cinco años que el incremento de la desigualdad ha aumentado espectacularmente en los últimos veinte años. El último un informe de la OCDE[3] que advierte de que estamos ante la presencia de registros de desigualdad desconocidos en nuestras sociedades.
Así es que la importancia de estos acuerdos comerciales y de sus mecanismos más visibles: los ISDS y la cooperación reguladora, son la auténtica constitución de la globalización. Son la soñada camisa dorada con la que Friedman –y los neoliberales desde entonces- han buscado condicionar la capacidad de la democracia para regular la economía.
Una segunda idea no siempre visible en los análisis sobre el TTIP se refiere a su dimensión estratégica. Como dice sin rodeos Bruce Stokes de la German Marshall Fund de los Estados Unidos: “el objetivo es asegurar que el capitalismo versión occidental permanece como la referencia mundial frente al capitalismo de estado chino”. Más claro imposible.
El mismo Barak Obama ha reiterado la comparación entre el acuerdo comercial con la UE y la alianza diplomática y militar representada por la OTAN. El TTIP como una OTAN económica.
Frente a la pujanza de China y otras naciones emergentes, estos acuerdos comerciales pretenden reconstruir la arena internacional proponiendo una nueva unipolaridad bajo mandato estadounidense. Tenemos aquí una respuesta, no la única, de los Estados Unidos después de sus fracasadas experiencias en Irak: una unipolaridad civilizatoria basada en una economía de mercado, globalizada, neoliberal y con capacidad para imponer sus reglas del juego en todo el planeta.
Estas corrientes de fondo, estas dimensiones estratégicas y estructurales de los acuerdos comerciales, nos ayudan a entender la obstinación con la que se siguen defendiendo propuestas indefendibles –como la de los ISDS- frente a la evidencia de su condición innecesaria y sus evidentes riesgos. Los que llevan décadas impulsando estos acuerdos no van a cejar en el empeño. Nosotros y nosotras, los de abajo, tampoco deberíamos. Nos jugamos mucho más que ellos.





[1] https://www.whitehouse.gov/sites/default/files/docs/cea_trade_report_final_non-embargoed_v2.pdf
[2]http://www.ft.com/intl/cms/s/0/0911ea96-f803-11e4-8bd5-00144feab7de.html#axzz3as7FhaQd

[3] http://www.publico.es/economia/diferencias-ricos-y-pobres-cifras.html

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