La portada de La Razón del día de la Huelga General debe ser considerada como un icono del talibanismo político de los neocon en nuestro país, un ejemplo de la desmesura y ausencia de contención de esta derecha dispuesta a todo: una bandera de España que ocupaba todo el fondo del periódico y un titular sobreimpreso: Hoy, trabaja por España. Un llamamiento desesperado a los propios para arropar su ausencia de argumentos en un patriotismo de pandereta, un sofisma para incautos que establece una triangulación virtuosa entre: hay algo hay que hacer; esto es lo único que se puede hacer y el que se opone no quiere a nuestro país. Hoy mismo -día 30M- la presidenta de la Comunidad de Madrid, la única e irrepetible Esperanza Aguirre, volvía a repetir este argumento, insistiendo en la condición antipatriótica de los sindicalistas. La señora Cospedal ha insistido en cosa similar durante las jornadas previas a la convocatoria de paro general.
El ejército mediático de palanganeros y mamporreros que les apoyan, jalean y condicionan ha esgrimido eso como argumento central acompañado de algo mucho más preocupante: la protesta es ilegal. No tengais dudas, en adelante viviremos con más intensidad los empeños por criminalizar la protesta. Por eso era tan importante que el saldo de ayer fuera positivo en el eje de la violencia y por eso hay que lamentar lo de Barcelona y dudar, seriamente, de para quién trabajan los tuercebotas que quemaron contenedores y comercios.
Pero el asunto sustantivo es el otro: el camino de la criminalización de la protesta. En breve se nos dirá que somos como los de la kale borroka y que merecemos la misma suerte o similar. Frente a la obvia incapacidad para defender con racionalidad y argumentativamente la contrarreforma laboral, el slogan del patriotismo divide simplificadamente al país en dos mitades: los que están conmigo son patriotas, los que están contra mí son antipatriotas. Y ya se sabe que el antipatriotismo es la peor de las traiciones, aquella que justifica no tener piedad ni conmiseración.
Parte del éxito de la Huelga de ayer consistió en que parte de la ciudadanía consideró una obligación cívica participar. Ha calado la idea-fuerza de que esta reforma laboral y los recortes brutales del gobierno Rajoy son una estrategia para destruir el estado de bienestar, aprovechando la coyuntura, y quitarnos todos nuestros derechos.
Son también un ataque sin sentido y sin objeto a la democracia y a la participación política. La reforma laboral altera de tal manera el equilibrio de poder en el mundo del trabajo, que destruye esta institución como impulsora de ciudadanía política. Alrededor de la atribución de derechos y la protección de los trabajadores, a partir de la existencia de sindicatos y partidos de izquierda, se ha organizado una parte de la modernidad occidental. El derribo y achatarramiento de la institución del trabajo es un ataque con nocturnidad y alevosía a uno de los mecanismos más potentes en la construcción de ciudadanía política y democracia en nuestra civilización.
Creo que las centrales sindicales se merecían este éxito. Pero se equivocarían los sindicatos si creyesen que la gestión de los meses por venir les corresponde a ellos en exclusiva. Creo, también, que se equivoca el 15M buscando estrategias de diferenciación para mantener una singularidad que ya tienen reservada en los anales de la acción social. Pero se equivocarían más si se pensasen al margen de la gestión del éxito de ayer.
Es momento para que desde quien pueda -sindicatos y otros (15M, por ejemplo)- se convoque un encuentro social para diseñar una estrategia de conflicto y propuesta que interese a toda la sociedad. La hoja de ruta debe ser, desde ahora mismo, compartida con generosidad. Desde la responsabilidad que como institución cada cual tenga, pero con la convicción de que nos jugamos nuestra convivencia y una salud razonable para nuestras democracias.
En la izquierda alternativa, alguien debería ver la oportunidad para abrir todas las puertas y poner todas las energías en un proceso constituyente que caminase en paralelo al Encuentro social. Es momento para mirar con perspectiva. El caminante que solo tiene ojos para las pisadas en el camino, simplemente, no sabe a donde va.
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