miércoles, 4 de mayo de 2016


Confluir e ilusionar: necesitamos las dos cosas

03 may 2016
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Vaya por delante que la perspectiva de un encuentro electoral entre IU y Podemos me parece una muy buena noticia. Me parecería aún mejor novedad que este encuentro se ampliara al conjunto de fuerzas significativas dentro de la izquierda alternativa. Eso significaría una coalición más amplia con una perspectiva estatal que integrase de manera creativa la diversidad plurinacional de nuestro estado.
Lo que la mayoría de las encuestas reflejan, hasta el momento, es que esa posibilidad electoral sería la única novedad significativa en la próxima cita ante las urnas. Un acuerdo amplio de las izquierdas alternativas sería la manera de introducir una variable de cambio que alterase la química política producida por este interregno electoral. Uso la expresión gramsciana de interregno con la conciencia de que vivimos un tiempo crítico de conflicto entre lo viejo y lo nuevo y estas elecciones son un eslabón significativo en esa pugna y en su eventual resolución.
Si esa situación de acuerdo electoral no se produjera el balance electoral previsible no sufriría alteraciones significativas: desplazamientos menores de votos al interior de los bloques izquierda y derecha y un mapa electoral muy similar al de las elecciones de diciembre 2015.
Eso significaría una victoria llamativa de los “partidos del sistema” frente a las opciones de cambio. A estas alturas no debería haber ninguna duda de que el esquema nueva-vieja política aparece claramente subordinado al tradicional e inmarcesible eje izquierda-derecha.
Una repetición del escenario sería una presión adicional para favorecer la gran coalición o una coalición ampliada entre los diferentes partidos del sistema. Si eso ocurriera sería devastador para el imaginario social crítico, para la conciencia política de los millones de personas movilizados en nuestro país desde el 15M y también para la dimensión europea de la resistencia y la alternativa: frente al avance de la extrema derecha, los países del sur son hoy el último bastión de una conciencia de izquierdas en condiciones de confrontar con ese “egoísmo del bienestar” que se esconde tras el aumento del voto xenófobo.
Por otra parte, se habría perdido una oportunidad para intentar modificar algunas de las políticas que más daño y sufrimiento han producido en el conjunto de la población. En fin, una derrota en toda regla de los sectores populares, de la conciencia crítica y de la relación entre movilización y representación política.
Frente a esto se argumenta la utilidad de que las elecciones pongan a cada cual en su sitio vía el refrendo electoral de sus políticas. No es un argumento banal y conviene considerar el malestar que ha producido en sectores propios y ajenos una gestión tan superficial como arrogante del resultado electoral por parte de Podemos o torticera y tramposa por parte del PSOE.
Conviene no olvidar la autosatisfacción con la que fue celebrada la primera sesión del congreso de los diputados; incluso hubo quien se atrevió a elevar ese momento -bebé incluido- al altar de las rupturas epistemológicas en el continuum de la política pública. Y quien recuerda también que no se puede insultar reiterada y sañudamente a aquel con quien quieres negociar.
Pero no es menos cierto que el PSOE presentó un programa propio de gobierno que ya sabía que incumpliría porque estaba proyectando una estrategia en la que la izquierda alternativa estaba invitada como palmeros de una fiesta ajena. Una manera más de incrementar significativamente la desconfianza a quien ya no la merece.
Mi impresión es que siendo todas estas cosas ciertas, entretenerse en ellas considerando que son lo sustancial del debate de hoy es mirar la realidad con las gafas de ver de cerca. Una óptica cortoplacista justo en el momento en el que nos jugamos una opción, una posibilidad, de producir una situación políticamente insólita y que abra nuevas perspectivas.
Obviamente, el desafío de una coalición amplia de las izquierdas alternativas no es superar al PSOE, aun cuando este hecho generaría un nuevo espacio de conflicto político y partidario inexplorado y prometedor. Pero el enemigo es el PP y sus políticas indignas y miserables. Si la perspectiva es recuperar políticas para la mayoría social, entonces el concurso del PSOE se hace casi inevitable y la única manera de asegurar que ese escenario es, al menos, pensable, solo se producirá a condición de que la situación cambie respecto a las pasadas elecciones. Si no hay cambios, la gestión del próximo tiempo político quedará en manos de los partidos del sistema, exclusivamente.
Aceptar esa consecuencia dando prioridad a las pequeñas cuitas en el seno de la izquierda o al interior de cada partido es un enfoque demasiado próximo al tacticismo para resultar relevante.
Pero sería un error mayúsculo dar por bueno que el resultado de una coalición de esas características, tiene un suelo electoral que sería la suma de los votos que se produjeron entre las diferentes fuerzas en las anteriores elecciones. Eses es un espacio por ganar y para hacerlo no vale cualquier cosa. En este momento la visibilidad del proceso y los procedimientos son tan importantes como el hecho de la confluencia en sí mismo.
Las mismas encuestas que inducen al optimismo electoral llaman la atención sobre la desconfianza que existe en muchos sectores, de al menos Podemos e Izquierda Unida, respecto al sentido último del acuerdo. Es un malestar que tiene que ver con una gestión incomprensible del patrimonio propio en el caso de IU y de una estrategia fracasada por la parte de Podemos en la anterior etapa. No es por nada que en muchos sectores hay más expectación que alegría, sin dejar de considerar que se pueda tratar de una buena noticia.
Ganarse no solo a esos sectores, sino hacer posible que el conjunto del proceso pueda resultar ilusionante y tenga un efecto multiplicador sobre las expectativas electorales, no está ganado ni mucho menos. Y conviene advertir que una mala gestión de este patrimonio de ilusión asociado siempre al encuentro de las izquierdas puede sufrir un varapalo irrecuperable si las cosas no se hacen medio bien, al menos.
Y hacerlas medio bien no es tan complicado. Significa tomarse en serio la participación y opinión de la gente y por lo tanto, hacer procesos de consulta sustanciales, esto es, sobre el conjunto del acuerdo y no solo sobre las intenciones del mismo; significa no dar por supuestas las listas existentes, hay tiempo y condiciones para abrir un nuevo proceso de primarias que permita una participación masiva e inclusiva; significa abrir un proceso de debate y aprobación de un programa participado; significa respetar en el fondo y en las formas las diferentes “mochilas” que pueden integrar este viaje compartido; significa pensar la dimensión estatal del proyecto de manera que haya más actores que coincidan y sobre todo, mucha generosidad en los aspectos visibles del entendimiento: La importancia de las siglas o su falta de importancia debe ser igual para todos.
Este proceso de confluencia, para resultar creíble, debe enfrentarse al desafío de construir un “nosotros/as” en el que poder reconocerse. Y esa identidad no puede darse por conseguida por el simple hecho de que aparezca en los periódicos la expectativa de un acuerdo. Llegados a este punto las exigencias de responsabilidad no están simétricamente repartidas: hay un: “los de arriba y los de abajo” en la decisión política que no puede ser obviado. La confluencia es el objetivo y la ilusión el camino para conseguirla.

jueves, 11 de febrero de 2016

Entre la prima de riesgo y la Orden Constantiniana

11feb 2016

Pedro Chaves

El procaz Ministro del Interior, dios se apiade de él, ha dejado por un momento de invocar al altísimo y a Santa Teresa de Jesús para colgarse de la percha de ETA. Es el gesto de este piadoso y temeroso hombre de iglesia que fue coautor, nada más y nada menos, que de un libro de homenaje a Sor Patrocinio, la famosa monja de las llagas, ultraconservadora y manejanta religiosa de la corte de Isabel II, en tiempos en los que ser muy conservador y manejante era cosa que daba pavor y quitaba el resuello o la vida, no como ahora.
Su piadoso temor a que su querida España caiga en manos de impíos se parece demasiado al uso que el poder hace habitualmente del miedo. De hecho ha venido a mencionar uno de los últimos demonios que quedaba por convocar ante la posibilidad —todavía remota— de un gobierno de progreso y reformista en España, sea lo que sea que esto quiera decir.
Podría haberlo enunciado como: todos los que quieren poner fin a la situación de violencia latente en Euskadi desean que el PP no siga en el Gobierno. De lo que se deduce, más bien, es que el PP no ha hecho nada en todo este tiempo para terminar políticamente con la situación porque, quizá, pensó en sacar el espantajo de ETA en algún momento. Y ahora ha llegado ese momento.
Es uno más de los demonios, de diferente importancia y condición, que se han sacado -y aún conoceremos más- en estos días, alertando a la población de un apocalipsis inminente: un gobierno que no sea el del PP. Adviértase que ese Gobierno alternativo al del PP podría estar formado incluso por Ciudadanos, cosa que no está descartada en absoluto. Así es que lo que irrita al poder clericalizado, a la España de cerrado y sacristía es perder el poder. Nuestra ‘derechona’, la neoliberal madrileña y corrupta; la casposa y corrupta valenciana; la casposa, corrupta y caciquil gallega y de otros lares siempre consideró el poder como propio, como su cortijo,  como su hacienda.
Ni siquiera en estos tiempos de globalización, de pérdida de prestancia y sustancia del poder regaliano del estado; de lógicas difusas y gobernanza multinivel, se resigna la derechona a ceder en sus privilegios. Sabemos por el humo de la corrupción, que la hoguera de la riqueza arracima a su alrededor a muchos de los que hoy vociferan contra un Gobierno que no sea el de los suyos. Sus escaños en el Congreso y en el senado, los signos de ostentación frívola de su riqueza concedida, sus regalías en grandes empresas, su oído a los de abajo, atestiguan esta colusión de los meapilas de toda suerte y condición con el poder económico al que sirvieron con, al menos, tanto amor y dedicación como al dios al que dicen honrar.
Y al atronador murmullo de los poderes reales, se suma cual soldado de élite, la famosa prima de riesgo. Este incómodo familiar que conocimos hace apenas unos años y del que ignorábamos su enorme poder para condicionar las opiniones y voluntades de los gobernantes.
Nos dimos cuenta cuando el titiritero de entonces montó un espectáculo que terminaba con una pancarta sobre un tal: artículo 135 de la Constitución. La hazaña teatral avergonzó a la democracia misma y a su santa madre (la de la democracia).
Y la ronca y estridente voz de la prima de riesgo vuelve a provocar el espanto en los mercados. Y éstos se agitan y huyen despavoridos dejando un temor que se expresa en bajas continuas del IBEX 35 y otros indicadores bursátiles. Nunca pudimos imaginar que nuestra suerte, vida y riqueza estuvieran vinculadas a personaje tan inestable, inseguro y atemorizable como el mercado. Pero siendo así, no queda sino preguntarnos ¿por qué?
¿Por qué los siervos de la Orden Constantiniana, como el ministro del interior, o la prima de riesgo y los mercados invocan el miedo frente a una decisión democrática? ¿Qué temen la iglesia y el mercado? ¿temen acaso por la demostrada coherencia y creciente credibilidad del Partido Socialista? Es difícil contestar estas preguntas.
No obstante, leída la propuesta del PSOE y dando por bueno que un gobierno progresista y reformista llevara adelante un programa de Gobierno con esos mimbres, lo que podría entender sería el contento de los millones del común que verían su vida mejorada con algunas medidas expresadas en esas propuestas y que, quiero creer, serían mejoradas y concretadas con la incorporación a ese gobierno de las “fuerzas del cambio”. Creo que a la ‘derechona’ no debe importarle tanto el título del sillón en el que las fuerzas del cambio aposenten sus —desde ya— respetados traseros, como el hecho mismo de figurar en nómina como ministros/as.
Dejo para otros el entretenimiento de saber si un gobierno así encaja dentro de las virtudes teologales que la Santa Inquisición de izquierdas exige a los puros. A mí me basta y me sobra, por ahora, con ver la alegría de muchas gentes cercanas y queridas que no pueden creerse que se vaya a derogar la Reforma laboral, que pueda ponerse en marcha un programa de emergencia social para los más necesitados o  que vaya a discutirse en Europa la flexibilización del déficit público. No es mucho, pero comienza por parecerse a algo. Y para los sin nada es más que mucho.
Y confieso, si lo confieso, que me sube la bilirubina cuando escucho al ministro constantinizado y a otros próceres de la caverna oscura de la España cutre invocar a los demonios para atemorizar el manso corazón de los españoles y españolas. Y casi que también me pone el ruido tronador del miedo de los dineros, inseguros y asustadizos. Ojalá les demos buenas razones para convertir el temor como amenaza en una realidad de cambio para millones de personas, más pronto que tarde si fuera posible.

lunes, 18 de enero de 2016



Las izquierdas en el pantano… y sin embargo

Pedro Chaves Giraldo
Asesor parlamentario de la delegación de Izquierda Plural en el Parlamento Europeo
En El Mar de las Sirtes Julien Gracq dibuja un maravilloso y narcotizante fresco de un país –Orsenna– sumido en una lánguida molicie, anclado en el icónico recuerdo de un momento de su historia que sirvió como momento constituyente de su gloria pasada; sometido ahora a un sopor ancestral y decadente que apenas alcanza a esconder la herrumbre y el moho que castiga los cimientos de ciudades y almas. En esa pesadez insoportable encontramos, también, a Marino, el Capitán del Almirantazgo, la fortaleza que “protege” su frontera exterior frente al eterno enemigo Farghestan. En realidad su protección consiste en asegurar que las cosas sigan como están, que nada se mueve ni se cambie, que la polvorienta cartografía del “Cuarto de los Mapas” siga acumulando polvo durante más años.
Así siguen apareciendo las izquierdas y con la misma pesada letanía se repiten los discursos y enunciados que llaman a la renovación de la misma, a su reinvención, a su refundación o palabros igual de grandes y escasamente sustantivos. Conceptos que a pesar de su voluntad subversiva acumulan el lodo de un largo camino transitado. ¿Cuántas veces hemos oído ya esas expresiones? Significantes con etéreos significados, un prêt-à-porter ideológico para consumir en momentos de ansiedad organizativa.
Después de las elecciones las izquierdas se fracturan de acuerdo a ejes de conflicto que, sorprendentemente, aparecen al margen de la evidencia de los datos y de las expectativas creadas por las elecciones. Si en las elecciones generales de 2011, las fuerzas de la derecha con representación parlamentaria, consiguieron 13.407.888 votos, en esta ocasión han acumulado 11.583.062 sufragios; las izquierdas sumaron entonces 9.595.551 votos frente a los 12.460.887 sufragios de ahora. Un incremento de 3 millones de votos para las izquierdas. Y si miramos más allá de nuestras murallas, la impugnación de las políticas de austeridad no admite dudas ni matices. Cualquier compromiso con la gestión irresponsable, antisocial y corrupta del Partido Popular sería un disparate de dimensiones descomunales.
Pues bien, frente a la evidencia de la apertura de una nueva situación, de la creación de una expectativa real –social– de cambio, los partidos de izquierda se aprestan a sus propios ajustes de cuenta internos convirtiendo, una vez más, las buenas noticias en una justificación para algún oportuno aquelarre. Va en nuestro ADN esta vocación cainita y despiadada. Que la política no es agradecida puede tolerarse, que sea así de cruel e indiferente forma parte de elecciones morales cuyo único amparo es la racionalidad del poder, la lógica del ganador-perdedor, en fin, la vieja, viejísima política.
Si al final del cuento, el fresco impulso del 15-M, el empoderamiento político de una generación, la extensión de lógicas participativas y horizontales, han servido tan solo para producir un relevo generacional y agitar un poco –no mucho– el tablero, menudo fiasco.
Aún es peor si en nombre del acercamiento a lo nuevo se tiran por la borda no solo las mochilas de nuestro peregrinaje por la historia, sino también una parte de las sensibilidades y gentes con las que construir un nuevo entramado emancipatorio. Si la reivindicación de lo novísimo se instituye sobre el cadáver de lo próximo, seremos el Vad Dracul de la política: afirmar el nuevo poder previo empalamiento de 3.500 representantes del status anterior.
Sobre la base de esas prácticas no se constituye nada nuevo, solo una aburrida continuidad con lo peor de lo viejo. En lugar de repensar con Maquiavelo deberemos leerlo al dictado. Si esa vieja lógica se impone además con conocimiento de causa tendremos la dosis moral de cinismo adecuada para que la risa de la historia nos reviente los tímpanos.
Persistir en los viejos axiomas, en las viejísimas prácticas del poder de siempre, el de toda la vida, es castrar la emancipación, es tirar por la puerta la democracia, la participación, la horizontalidad, el empoderamiento y todas esas cosas que, pensábamos, habían sido aireadas y reivindicadas por el espíritu del 15-M.
Dar por bueno que la única política posible, después de todo, es la que representa Frank Underwood en House of cards es, que no quepa ninguna duda de esto, un servicio a las oligarquías y al sentido común hegemónico, un doblar el espinazo ante la cultura dominante de las clases dominantes. Da igual lo que se diga después o lo que se escriba en los programas: se habrá renunciado a la emancipación.
Las izquierdas necesitamos ejercitar la tolerancia, el pluralismo, la diversidad, la democracia con sus consustanciales riesgos y la integración. Este es el eje sobre el que se articulan las nuevas ideas, estas son las señas de identidad de un proyecto que quiera, de verdad, doblarle el pulso al poder de siempre e invertir la lógica excluyente de la historia. Lo otro, es un recambio de elites. No es que esto sea poco, pero ¿es lo único que pretendemos?
Hay una demanda de encuentro y confluencia en las izquierdas que se ha expresado en estas elecciones con meridiana claridad. El que no quiera verlo niega una evidencia palmaria, del tipo la redondez de la tierra. Pero no está escrito cómo transitar ese camino para culminar con éxito. No obstante, podemos balizar el itinerario para orientarnos sin perdernos: ¿el proceso es inclusivo o excluyente? ¿Es un proyecto entre iguales o es un trágala del que más puede? ¿Es un ajuste de cuentas o un empeño por sumar lo diferente? ¿Está basado en el máximo de participación posible y en el empoderamiento de los actores participantes o es un proceso que descansa en las negociaciones secretas entre personajes influyentes?
No son preguntas inocentes ni ingenuas. Son indicadores de calidad de un proceso democrático digno de tal nombre.
En fin, nada produce más congoja en estos días que escuchar en comidas, cenas, vinos y cañas la cínica aflicción de jóvenes-prematuramente-envejecidos que apuran el trago amargo del cáliz del desengaño político: las cosas son como son, dicen. Si eso fuera así, habría que invitarles amablemente a que los de siempre siguieran haciendo su trabajo, a fin de cuentas tienen más experiencia.
Mejor si intentamos hacer las cosas de otra manera. Hay no una, sino varias oportunidades para que las izquierdas se reivindiquen y hagan valer el resultado electoral. Es decir, para que conviertan en políticas públicas la voluntad de cambio de la ciudadanía. El 15-M convirtió la indignación en política, ahora es la oportunidad de hacer de la esperanza un proyecto de cambio.
En la quietud del Mar de las Sirtes, en su asfixiante ambiente se fraguaban, sin embargo, cambios de relieve. No permitamos que los Marinos, los guardianes del statu quo –aunque invoquen a los vientos del cambio–, nos amarguen la oportunidad de vivir en una sociedad mejor.

8/01/2016 en Público
http://blogs.publico.es/otrasmiradas/5830/las-izquierdas-en-el-pantano-y-sin-embargo/

jueves, 28 de mayo de 2015




Artículo publicado en el Blog de la Fundación Europa de los Ciudadanos, el 25 de mayo de 2015

http://desmontandoalttip.net/cosas-que-no-te-contaran-sobre-el-ttip/

Cosas que no te contarán sobre el TTIP


PEDRO CHAVES GIRALDO


El senado de los Estados Unidos aprobó el pasado viernes (22 de mayo) la que se conoce como Trade Promotion Authority, una ley de urgencia que otorga al Presidente Obama poderes especiales para la negociación acelerada de los dos grandes tratados comerciales cuya aprobación cambiará, sin dudarlo, la política mundial: el TTP con Japón y otros países asiáticos y el TTIP con la UE. Mediante esta Ley el Congreso de los Estados Unidos sólo tendrá 60 días para la revisión de los Tratados, cuando estos sean aprobados y sólo podrá votar sí o no al conjunto de los mismos, sin la introducción de enmiendas.
A los observadores les han sorprendido un poco las prisas, de hecho que el senado delibere y vote un viernes es sorprendente. El líder de la minoría republicana en el Senado, de acuerdo con una buena parte de los demócratas ha enfatizado que este es un ejemplo del Nuevo Congreso, trabajando codo con codo por el bien y el progreso de las clases medias estadounidenses.
En un documento publicado este mismo mes por la Oficina del Presidente Obama sobre los beneficios comerciales de los acuerdos económicos[1] se enfatiza este aspecto: estos tratados tienen como objetivo la defensa de los intereses de las clases medias estadounidenses. Y se defienden ideas tan originales como sorprendentes: por ejemplo, que el incremento del comercio tendrá efectos beneficiosos sobre los salarios y derechos laborales porque al aumentar la demanda de productos mejorarán las posibilidades de empleo; o también que tendrá efectos beneficiosos sobre el medio ambiente por parecidas razones: más comercio, más progreso mejores oportunidades para defender el medio ambiente.
Más allá de lo singular de los argumentos, lo destacable es la defensa que estos tratados comerciales tendrán sobre la macroeconomía estableciendo una relación virtuosa que expresa una de las contradicciones más llamativas de los defensores de estos tratados de nueva generación: por una parte afirman que solo se trata de tratados comerciales, por otra sus efectos beneficiosos nos harán a todos/as más libres, prósperos y suponemos que felices.
Martin Wolf el economista jefe de Financial Times[2] reconocía en un reciente artículo los efectos limitados de los acuerdos comerciales (apenas un impacto del 1% en el PIB estadounidense en los próximos diez años) pero defendía ardientemente su firma como una alternativa al fracaso de la Ronda de Doha y dando por hecho que es mejor libre comercio que nada. A continuación ridiculiza el Informe crítico que el profesor Capaldo ha realizado sobre el TTIP argumentando que las cuestiones macroeconómicas y las comerciales son diferentes, por ejemplo los efectos sobre el empleo del libre comercio son variables macroeconómicas que no deben incluirse en el análisis, ¿en qué quedamos?
En realidad, estamos ante acuerdos que van mucho más allá de su posible y discutido impacto económico o comercial. Como vemos los mismos defensores de los acuerdos, incluida la Comisión Europea, reconocen el limitado impacto de la liberalización comercial ¿y entonces?
Cuando se firmen estos dos acuerdos de los que hablamos y sumando el Acuerdo EE.UU, Canadá y  México, los tres juntos implicarán el 90% del PIB mundial y el 75% de los intercambios comerciales. Pensémoslo por un momento: más de dos terceras partes de la economía mundial estarán reguladas por acuerdos que van a limitar aún más la capacidad de los estados para realizar políticas públicas. Es en este punto en el que adquieren toda su importancia los mecanismos de resolución de disputas entre estados e inversores o la cooperación reguladora. En realidad, ninguno de los dos mecanismos es indispensable para la firma de un acuerdo de libre comercio, pero sí lo son para asegurar que la política no interfiere en la “libertad de mercado”. En un mundo globalizado como el nuestro, estas constricciones y reservas a la capacidad de las sociedades para regular aspectos esenciales de sus vidas, implica una perspectiva agónica para la democracia y para las potencialidades reguladoras de las políticas públicas.
No menos de seis informes han puesto de relieve en los últimos cinco años que el incremento de la desigualdad ha aumentado espectacularmente en los últimos veinte años. El último un informe de la OCDE[3] que advierte de que estamos ante la presencia de registros de desigualdad desconocidos en nuestras sociedades.
Así es que la importancia de estos acuerdos comerciales y de sus mecanismos más visibles: los ISDS y la cooperación reguladora, son la auténtica constitución de la globalización. Son la soñada camisa dorada con la que Friedman –y los neoliberales desde entonces- han buscado condicionar la capacidad de la democracia para regular la economía.
Una segunda idea no siempre visible en los análisis sobre el TTIP se refiere a su dimensión estratégica. Como dice sin rodeos Bruce Stokes de la German Marshall Fund de los Estados Unidos: “el objetivo es asegurar que el capitalismo versión occidental permanece como la referencia mundial frente al capitalismo de estado chino”. Más claro imposible.
El mismo Barak Obama ha reiterado la comparación entre el acuerdo comercial con la UE y la alianza diplomática y militar representada por la OTAN. El TTIP como una OTAN económica.
Frente a la pujanza de China y otras naciones emergentes, estos acuerdos comerciales pretenden reconstruir la arena internacional proponiendo una nueva unipolaridad bajo mandato estadounidense. Tenemos aquí una respuesta, no la única, de los Estados Unidos después de sus fracasadas experiencias en Irak: una unipolaridad civilizatoria basada en una economía de mercado, globalizada, neoliberal y con capacidad para imponer sus reglas del juego en todo el planeta.
Estas corrientes de fondo, estas dimensiones estratégicas y estructurales de los acuerdos comerciales, nos ayudan a entender la obstinación con la que se siguen defendiendo propuestas indefendibles –como la de los ISDS- frente a la evidencia de su condición innecesaria y sus evidentes riesgos. Los que llevan décadas impulsando estos acuerdos no van a cejar en el empeño. Nosotros y nosotras, los de abajo, tampoco deberíamos. Nos jugamos mucho más que ellos.





[1] https://www.whitehouse.gov/sites/default/files/docs/cea_trade_report_final_non-embargoed_v2.pdf
[2]http://www.ft.com/intl/cms/s/0/0911ea96-f803-11e4-8bd5-00144feab7de.html#axzz3as7FhaQd

[3] http://www.publico.es/economia/diferencias-ricos-y-pobres-cifras.html

martes, 5 de mayo de 2015


Siberia a nuestros pies


Pedro Chaves Giraldo

Publicado como aportación al debate sobre Municipalismo en Espacio Público el 4 de mayo de 2015


En Memorias de la casa muerta Dostoieviski pinta un fresco de Siberia que genera perplejidad: un lugar maravilloso en el que vivir si se sabe entender el sentido de la vida. La ironía sirve de frontispicio para un relato sórdido de un lugar donde solo es posible sobrevivir.
España no es Siberia, pero muchos lugares de nuestra geografía se han convertido en invivibles, en insostenibles, ajenos.  La enfermedad llamada capitalismo ha generado excrecencias y síntomas de su paso en muchos órdenes, en el urbanismo de manera particularmente intensa. Hay lugares donde la situación ya es solo gestionable, simplemente no es reversible. La destrucción de los hábitats naturales y la creación de un urbanismo depredador, pensado para el coche y ajeno a cualquier vida comunitaria, tiene difíciles soluciones. El desolador paisaje del alicatado hasta la playa de la costa mediterránea es un ejemplo de este despropósito que reconoce visos de criminalidad medioambiental.
En esto, como en otras cosas, el bipartidismo imperfecto que nos ha mal gestionado desde la transición tiene su responsabilidad. El mainstream apenas reconoce diferencias según gobernasen unos u otros. Solo en los lugares en los que alguna fuerza de izquierda alternativa condicionó el gobierno del PSOE es posible observar un urbanismo más orientado hacia la comunidad, sin tampoco tirar cohetes. Pero de pronto, lugares en los que se ha construido vivienda social; en los que los planes de urbanismo no han arrasado con el patrimonio histórico; donde no se ha construido en todo sitio y lugar y se han respetado, incluso conservado, parajes naturales; donde se han preservado playas que nos recuerden lo que una vez debió ser la naturaleza en su más hermosa expresión; donde la corporación municipal se ha preocupado por los más desfavorecidos y ha gastado recursos en política social; donde se ha intentado integrar la diferencia para generar una nueva convivencialidad etc… en fin, todas estas pequeñas cosas son un mundo frente a los lugares donde se ha quebrado el estado de derecho fruto de la colusión entre un poder político corrupto y un poder económico tan o más corrupto.  Y donde los resultados de esa colusión mafiosa han dejado ciudades para llorar.
Y, quizá, lo que sea peor, en un país como este, donde las culturas cívicas de las que hablaba Tony Judt, resultado virtuoso del estado social, nunca lograron consolidarse, el legado moral de esta devastación ideológica es una sociedad que vive las instituciones con desconfianza, prevención o como un espacio de enriquecimiento personal. Nada bueno podrá construirse desde esa visión ajena de lo común.
Si recorremos nuestra geografía encontraremos la triste realidad de sectores populares sumados como palmeros al desenfreno urbanístico y la depredación ecológica. Los miles de euros que llegaban a casa todos los meses justificaban el apoyo a los ladrones que gobernaban el municipio. La democracia convertida en un espacio de solidaridad mafiosa.  La victoria de los poderes salvajes de los que habla Ferrajoli.
Por eso, no convertir deseos y posibilidades comienza a ser un ejercicio de importancia. No creo que estas elecciones sean los preliminares del fin del bipartidismo que morirá, inexorablemente, en las próximas generales. No es porque no sea una perspectiva tan deseable como saludable, es porque no es verdad. El bipartidismo es mucho más que la coincidencia estratégica de dos partidos políticos. El bipartidismo en España es un régimen  que incluye otros actores, instituciones y valores. La crisis del mismo no es su fin y antes de darlo por muerto convendría saber con qué pensamos sustituirlo. Cuando parecía que el ascenso de Podemos preludiaba un horizonte de cambio social y político cualitativo, podíamos pensar que esa expectativa resultaba, cuando menos, estimulante. Ahora que las encuestas dicen que Podemos está ya por detrás del PP, PSOE y Ciudadanos, merece la pena que reflexionemos sobre este punto tan importante: ¿qué queremos? Y no menos importante: ¿quiénes creemos que debemos llevar adelante el programa del cambio?
Ninguna de esas dos cosas está bien construida en estas elecciones municipales y autonómicas. Los cálculos electoreros de unos y de otros han impedido consolidar un programa de cambio que fuera más allá de las siglas. Y la diversidad de fuerzas que se presentan hacen ilegible el protagonista del cambio: ni un partido, ni una coalición de varios, ahora mismo un batiburrillo de opciones que producen más melancolía que entusiasmo. La ilusión por el cambio ha retrocedido espectacularmente desde las elecciones europeas, mejor ser conscientes de esta situación.
El municipalismo de izquierdas y con perspectiva transformadora es una opción, una necesidad diría. Y en ese programa no todo vale: no comparto la idea de que el nuevo urbanismo deba cargarse, así sin más, miles de pueblos que sobran y hasta las provincias. Lo siento, en mi perspectiva, la idea de una identidad vinculada al territorio me parece esencial, y eso no es incompatible con una gestión de los servicios y los recursos supramunicipal, quieran los municipios o no.
La participación puede ser un slogan, una técnica o bien una perspectiva de gestión alternativa de los municipios desde las necesidades de la gente.
Y eso sin olvidar una reforma que ofrezca a los municipios posibilidades económicas reales de gestionar con suficiencia sus obligaciones.
Creo que las elecciones ofrecen un espacio por el que el viento del cambio puede colarse y sacudir las ajadas estructuras del régimen bipartidista, pero no esperaría demasiado de estas elecciones. Sería suficiente con que llegase alto y claro el voto de castigo a una gestión corrupta y mafiosa; sería suficiente con que sintiésemos que se restituye el estado de derecho y las auditorías de las deudas municipales mandan a la cárcel a una buena cantidad de personajillos; estaría muy bien con que el resultado pedagógico de este desempeño fuera construir una cultura cívica donde se restituya a lo público el lugar que le corresponde y donde la idea de “lo común” le gane la partida al “que hay de lo mio”.
Si algo de esto pasa, habremos hecho una pequeña revolución (perdón por la expresión).

Quizá, como en algún cuento fantástico esto baste para que Siberia retroceda y aparezcan paisajes más amables y acogedores. Así no nos volveremos a ver obligados a cantar las excelencias de una vida imposible en un lugar imposible.

lunes, 20 de octubre de 2014


http://blogs.publico.es/repensar-europa/2014/10/15/cosas-que-complicaran-su-vida-el-ttip-y-el-ceta/

 

Cosas que complicarán su vida: el TTIP y el CETA

Pedro Chaves Giraldo,


¿Sabía que en febrero de 2013 la multinacional farmacéutica holandesa Achmea, inició un procedimiento contra el gobierno de Eslovaquia para bloquear un proyecto de Ley que iba a establecer un sistema único de seguro de salud pública? Eso después de que esta misma multinacional se embolsara la friolera de 25 millones de euros en concepto de daños, perjuicios y costes del mismo gobierno eslovaco. La razón: en 2006 el recién nombrado gobierno de Eslovaquia limitó el poder de los seguros privados de salud para distribuir o repatriar sus beneficios.
Pero si le interesan más las cosas del día a día, conviene que sepa que la OMC penalizó a Estados Unidos por sus latas de atún etiquetadas "sin peligro para los delfines", por la indicación del país de origen sobre las carnes importadas o por la prohibición del tabaco perfumado al bombón, porque, según la OMC, estas medidas son consideradas como trabas al libre comercio. La Unión Europea ha sido sancionada por este organismo con centenares de millones de euros de multa por prohibir la importación de organismos genéticamente modificados (OGM).
Estas No son informaciones de un futuro lejano, son cosas de nuestra cotidianeidad que se verán incrementadas si el TTIP se aprueba, como se espera, a finales del año 2015.
TTIP son las siglas en inglés de un Acuerdo de Asociación Transatlántica para el comercio y la Inversión. CETA, el acuerdo que se firmó con Canadá a finales de septiembre en Toronto, es un Acuerdo General de comercio. En ambos casos hablamos de Acuerdos comerciales de nuevo tipo porque incorporan mecanismos de regulación de las diferencias entre empresas, inversores y estados que orillan las jurisdicciones nacionales bajo el argumento de la eficacia y la sencillez.
El objetivo real de las negociaciones no son las barreras arancelarias, sino las constricciones reguladoras que limitan los beneficios actuales y potenciales de las corporaciones multinacionales.
Es importante llamar la atención sobre el secretismo y opacidad extrema en la que se trabaja en estos tratados. El CETA se dio a conocer públicamente, por primera vez, el mismo día que se firmó. En carta remitida por el Jefe de la delegación de la UE en el proceso negociador del TTIP, Ignacio García Bercero, aseguraba a su socio, Daniel Mullaney, jefe de la delegación de EE.UU. que la Comisión Europea se comprometía a bloquear cualquier intento de acceso público a los documentos mismos y a cuantos recursos comunicacionales anexos participen del proceso: cartas, mails, mensajes etc.. Y que, además, esta información permanecería secreta durante los próximos 30 años.[1] Solo la semana pasada se hicieron públicas las indicaciones negociadoras del Consejo Europeo a la Comisión en relación con el TTIP. Y éstas indicaciones se hicieron en julio de 2013.
En el colmo de las cosas incomprensibles, los textos disponibles de los avances en la negociación pueden "leerse" en una sala habilitada al efecto donde se impide a los parlamentarios el uso de medios de reproducción, incluidos smartphones o cualquier dispositivo con cámaras etc... El ocultamiento a los representantes de la legitimidad democrática es un síntoma del verdadero significado y transcendencia de lo que se está negociando. Conviene recordar que, toda vez que las competencias sobre comercio están transferidas a las UE, no hay otro modo de controlar el proceso que a través del Parlamento Europeo.
Los efectos del TTIP sobre el empleo y sobre el mercado de trabajo pueden resultar devastadores. Si los supuestos efectos beneficiosos son, cuando más, inciertos, los efectos negativos son seguros. A la pérdida de puestos de trabajo esperados deberíamos sumar los procesos de deterioro de las condiciones de trabajo y la carrera hacia abajo en las garantías y protección en el ámbito de los derechos laborales que va a provocar este Tratado. Las instituciones democráticas tendrán muy difícil realizar mejoras sustanciales en el mercado laboral o subir el salario mínimo interprofesional, por ejemplo, bajo la amenaza real de demandas internacionales de las empresas concernidas: por haber producido un "deterioro injustificado" en sus expectativas de beneficios legítimos y de negocio.
Dos espacios especialmente afectados por este tratado serán el de la seguridad alimentaria y las cuestiones medioambientales.
Hoy en día, aproximadamente el 70% de todos los alimentos procesados a la venta en los supermercados estadounidenses contienen ingredientes genéticamente modificados. Como resultado de la fuerte resistencia popular, en cambio, apenas hay alimentos genéticamente modificados en los supermercados europeos, y todos aquellos elementos que contengan ingredientes modificados genéticamente deben señalarlo claramente en el etiquetado.[2] La ofensiva de la gran agroindustria estadounidense contra esta protección al consumidor es uno de los verdaderos caballos de batalla del TTIP. Los Reglamentos de 2009[3] que consagran el principio de cautela en la legislación comunitaria[4] se han convertido en el objetivo del TTIP, entre otros. Con los actuales estándares de seguridad europeos en materia de uso de hormonas o tratamiento con cloro de pollos y pavos más del 40% de los productos americanos no podrían venderse en Europa.
La Comisión europea se ha mostrado comprensiva con los argumentos de la agroindustria estadounidense y se ha declarado dispuesta a revisar las medidas de seguridad alimentaria en la UE "con la finalidad de eliminar barreras innecesarias"[5]
En materia de regulación medioambiental la propia Comisión ha evaluado que el impacto en términos de emisión de gases de efecto invernadero producido como consecuencia del TTIP será de más de 11 millones de toneladas, afectando gravemente a los compromisos europeos de cumplimiento del Protocolo de Kyoto.
El otro aspecto concernido es la protección de la salud en la UE y la limitación de substancias químicas peligrosas. El Reglamento REACH en materia de registro, evaluación y autorización de sustancias químicas se apoya en el principio de cautela. En Estados Unidos existe una Ley sobre el control de substancias químicas extremadamente laxa y permisiva. Baste como ejemplo que mientras que la UE prohíbe el uso de 1.200 substancias químicas en cosméticos, EE.UU. solamente prohíbe una docena.
Hay otros aspectos que se verán afectados por este Tratado: los servicios públicos, la privacidad etc... pero sin duda el elemento de mayor riesgo y de mayor perversidad democrática es el conocido como Investor-state dispute settlement (ISDS). Este sistema de arreglo de desacuerdos en el marco de la aplicación del Tratado confiere a las empresas un poder que las iguala con los estados. Con la aplicación de estos mecanismos las empresas podrán litigar con los estados por medidas que vayan a tomar en cualquier materia. La simple amenaza de un proceso que puede implicar millones de euros de multas para los estados es una poderosa baza negociadora a favor de las empresas.
Es un paso más en el desplazamiento brutal de poder que la globalización neoliberal está produciendo a favor de la elite económica y política que nos domina.
Por otra parte, los tribunales estarán formados por abogados sin experiencia judicial alguna y con poderosas razones para fallar a favor de las empresas. A través de mecanismos como las garantías para un "trato justo y equitativo" a inversores e inversiones; garantías frente a expropiaciones indirectas o definiciones muy amplias de lo que debe ser considerado inversor o inversión, se abren las puertas a esa dinámica de amenazas frente a los estados y su capacidad de regulación del mercado.
Después del TTIP, si este se aprobara, la subordinación de la política a los mercados sería una realidad aún más intensa y axfisiante y la capacidad de las instituciones democráticas para producir políticas públicas a favor de la mayoría se reducirían considerablemente.
Estas negociaciones son secretas y blindadas porque resultan difícilmente defendibles. Tenemos un año para confrontar este desafío y proponer una política comercial basada en otros parámetros y otros estándares.



[1] arrangements on ttip negotiating documents; se pueden seguir este y otros documentos en: http://trade.ec.europa.eu/doclib/cfm/doclib_section.cfm?sec=146&link_types=&dis=20&sta=41&en=60&page=3&langId=fr
[2] Hilary, John (2014), El acuerdo transatlántico sobre comercio e inversión: una carta para la desregulación...Rosa Luxemburg Stiftung, pág. 18
[3] La Directiva 2009/128/EC que establece el marco de acción comunitaria para alcanzar un uso de pesticidas sostenible, y el reglamento (EC) No 1107/2009 sobre la comercialización de productos fitosanitarios, ambos del 21 de octubre de 2009.
[4] El principio de prudencia obliga a las empresas a demostrar la seguridad del producto que quieren comercializar y no como en Estados Unidos donde son los poderes públicos los que deben demostrar los riesgos del producto.
[5] "TTIP: Note for the attention of the Trade Policy Committee". Bruselas, Comisión Europea, 20 de junio 2013.